A dieta desde que tengo memoria, siempre he tenido una relación amor-odio con la báscula.
Despertarme para ir a trabajar y pesarme era algo cotidiano que determinaba mi estado de ánimo: 100 gramos menos en la pantalla de la báscula eran síntoma de un buen día.
Como tú, seguramente, he estado muy obsesionada con los productos bajos en grasa y con comer “sano”. Podía pasarme media hora delante de la nevera de lácteos refrigerados tratando de encontrar un yogurt 0% que supiera a algo que no fuesen químicos artificiales.
En mi obsesión por estar delgada, me aficioné al cardio crónico y corría casi una hora diaria varias veces por semana. Ni que decir que entre otras lesiones, tenía las rodillas destrozadas por no entrenar como es debido, pubalgias, tendinitis en el supraespinoso del hombro.
No entendía nada, se suponía que seguía una dieta sana, y hacía deporte, ¿por qué tenía tantos problemas musculares? ¿Por qué seguía teniendo barriga si estaba tan delgada? ¿Por qué no se iba aquella dichosa keratosis pilaris de mis brazos y muslos?
Mientras me preguntaba eso, seguía comiendo cinco veces al día no me fuese a desmayar si me daba un poco de hambre, desayunaba avena con leche desnatada, tomaba como máximo tres cucharadas de aceite de oliva al dia, barritas de cereales a media mañana y media tarde…
Mi vida cambió cuando un buen día apareció en mi vida un deporte llamado Crossfit (o entrenamiento funcional). Ya estaba harta de correr y no estar en forma, aquello del cardio no funcionaba para mi.
Y de la mano de este deporte, vino la dieta paleolítica. Buscaba una forma de mejorar mi rendimiento, y mi estética, no te voy a engañar.
Al principio no me lo podía creer. Aquellos locos afirmaban algo que chocaba con mis esquemas mentales, con lo que me habían inculcado en durante toda mi vida dietética: comer grasa era saludable y que más de tres comidas al día era una insensatez.
Me lo tomé con escepticismo pero como nada de lo anterior me había funcionado, decidí probar, introduciendo cambios paso a paso: eliminé alimentos procesados y reduje a tres comidas diarias, pero lo de la grasas todavía me imponía respeto.
Pronto noté los primeros beneficios: al dejar de comer azúcar, las piernas ya no me pesaban toneladas en los entrenamientos, mi barriga comenzó a desinflarse, dormía mejor, y a pesar de hacer un deporte tan intenso, la tendinopatía de los hombros mejoraba.
Viendo que la nutrición evolutiva funcionaba, me lancé de lleno a realizar el programa Whole30.
Mucha gente me pregunta si llevar una dieta paleo merece la pena, porque les parece demasiado estricta. Mi respuesta es siempre sí, que me ha aportado salud física y mental, y cuando echo la vista atrás, lo que me parece estricto es vivir esclavizado a la comida
¿Por qué moderna?
Mi nombre es Vanessa Díez. Quiromasajista, técnico en masaje deportivo, esteticista especializada en cosmética natural y aromaterapia.
Sigo la dieta paleo desde Enero del 2013. Me alimento de forma natural, disfruto de la buena comida, del sol, de moverme al aire libre, del entrenamiento… y del descanso.
Pero también escucho música electrónica y me encantan las cosicas de la vida actual. Aunque el universo ha intentado decirme que tener móvil es un error: tengo el dudoso record de haber sido sufrido el robo de dos Iphones (4 y 5) en un plazo de apenas tres meses. Esto me pasa por moderna.
Si tienes alguna duda, consúltame. Sólo recuerda que no soy médico, ni psicóloga, ni dietista, y por tanto sólo puedo aconsejar, no diagnosticar.
Un poco más sobre mi
Pero no solo hago dieta paleo y crossfit. Tengo dos hijos que me hacen mantenerme muy activa. Me gusta leer, caminar, hablar con mis amigos.
Y una afición poco confesable que me acompaña desde que tuve a mi primer hijo, y son los doramas coreanos, y como me gusta escribir tengo otro blog que dejo por aquí, por si compartes mi afición. :))